Capitulo 0. Prólogo.
Han pasado 110 años desde la Guerra Nuclear.
Zheón: una de las ciudades más importantes del continente, e incluso el mundo según muchos, debido a su estabilidad, expansión, y diversidad cultural entre otras cosas. Los Breakers que viven en aquí son reconocidos tanto por sus habilidades como por las riñas que suelen tener, entre otros rumores.
El mercado oeste se llenaba como de costumbre, los comerciantes ofrecían sus productos con ahínco mientras muchos compradores estudiaban los precios y la calidad de los diferentes artículos que les eran ofrecidos. Entre los ciudadanos un grupo de cuatro personas protegidas con unas capas rojas recorrían los diferentes puestos.
—Oi… ¿qué hacemos aquí? —murmuro el de estatura más baja.
—Buscamos algo, así que disimula o aquí mismo nos decapitan —esta vez la voz de una chica se hizo notar.
—¡Bingo!
El personaje que los encaminaba corrió hasta un puesto lleno de aparatos mecánicos y electrónicos, no tuvieron más que seguirle a paso perezoso para no levantar sospechas, de pronto una niña pasó a su lado y tropezó. Uno de los encapuchados la sostuvo antes de que cayera al suelo mientras ella se sujetaba de su capa hasta hacerla abrir. Los dos restantes se quedaron petrificados cuando el escudo bordado en el pecho de la camisa de su compañero se hizo notar: un ave preparándose para el vuelo, con alas arqueadas apuntando arriba y ramas de olivo enmarcándola para formar un círculo.
La pequeña no apartó la vista del emblema, incluso un extraño resplandor apareció en sus ojos.
—Breaker, ¿eres un Breaker? ¡Fantástico!
—Si, es un trabajo interesante, ahora ve con tu madre —susurró al ver a una mujer haciéndole señas a la infante— suerte.
—Hasta luego, señor Breaker.
—¿Qué fue eso? —inquirió el de menor estatura.
—La capa cubrió las letras “Distrito Norte.”
Una carcajada por parte de sus camaradas lo hizo suspirar. Finalmente se acercaron al puesto en el que el último miembro del grupo terminaba de pagar, en cuanto distinguió a sus compañeros les mostró un objeto cilíndrico con algunas ranuras y espejos internos: justo lo que buscaban.
—Con esto Zack dejara de molestar.
—Debe hacerlo Dominic, nos debe mucho, arriesgamos nuestro cuello tres veces esta semana por conseguirle esa pieza —la chica cruzó los brazos, indignada.
—¿Por esa cosa, Sao?
—Como de costumbre, no prestas atención Raymond —gruñó ella, empujando la cabeza del chico hacia abajo—, tenemos suerte de que esa niña no haya delatado a Roland.
—Oye…
Dominic indicó que se marcharan, ya era hora de volver antes de que cualquier otro incidente ocurriera. El trayecto era tranquilo, en cada esquina aguardaban la aparición de algún Breaker de esa zona, sin embargo no sucedió nada. Sus pasos resonaban en la calle vacía, graffiti adornaba las paredes y a pesar de ello las calles se veían tan limpias como las de niveles superiores de Zheón.
Un trozo de tela ondulo hasta posarse en una de las botas que llevaba Dominic, parecía un pañuelo de seda roja y “distrito oeste” bordado en hilo dorado. Raymond señaló un puente, unas tres veces, haciendo un puchero al no ser atendido en el acto; sentados cómodamente se encontraban cuatro personas, usando la misma ropa que ellos excepto que su escudo mencionaba al oeste en vez del norte.
—Descubiertos —canturreó la melosa voz de una niña, Raymond evadió la mirada burlona.
—Le cobrare el favor a Zack, sin duda —Sao se quitó la capucha, dejando al descubierto sus largos mechones castaños y mirada verdosa.
Roland suspiró imitando a su compañera, mostrando su oscuro cabello y ojos de un tono vino.
Ray siguió, era el más pequeño de sus cuatro compañeros en cuanto a estatura, a pesar de tener unos catorce años; la de esmeraldas no pudo evitar revolver los cabellos azulados del menor, simplemente era tan lindo que no se resistía, solo obtuvo una feroz mirada de aquellos ojos violetas. Dominic llevó una mano a la cara ante aquel acto, cubriendo uno de sus orbes grises; la melena blanca era lo que caracterizaba al mayor de aquel cuarteto.
—Nos veremos en casa —anunció el moreno y, como bandera de salida, todos saltaron hacia diferentes direcciones— que cansado…
—¿Por qué no te vas igual? De cualquier modo los alcanzaremos —discutió una voz grave ante aquella queja.
—Es que hoy es mi turno, debo quedarme atrás y detenerlos mientras los demás se van seguros —apuntó al cielo— pero no quiero hacerlo así que con esto bastara.
***
—¡Zaneck, nos debes una grande! ¡Casi nos matan por tu estúpida pieza!
—No es mi culpa que sean tan tontos —respondió sin mucho ahincó una chica, su voz más aguda y suave que la de Sao, obviando que era mucho menor a la otra fémina.
Sao apretó los dientes, sus cejas estaban prácticamente juntas cuando decidió dar una patada a los restos de una silla de metal. La chatarra voló un par de metros antes de asestarse contra una pared y hacer un sonido bastante fuerte en la vacía sala. Se encontraban en una escuela abandonada en los límites de la ciudad, debido a que el gobierno de Zheón no poseía demasiados recursos como para construir una base adecuada ellos debían arreglárselas.
Al principio la ciudad tenía solo tres zonas: este, oeste y sur, pero debido a que las zonas de las dos primeras eran demasiado grandes se opto por crear la cuarta: norte. No obstante debido a los pocos breakers disponibles decidieron mandar solo a un grupo de seis personas para custodiar el lugar. Dependiendo de su desempeño iría llegando más personal y, obviamente, mejor ayuda económica que para ese momento apenas y disponían lo esencial para hacer ellos mismos la manufactura y comer adecuadamente.
De momento aquella escuela abandonada tenía una buena ubicación, podían distinguir el límite de la barrera y gran parte de los barrios bajos de los alrededores. Aunque primero tuvieron que echar de allí a una banda de matones, por lo menos no estaba tan sucio. Las paredes despintadas y mohidas podían solucionarse, igual el sacar la basura que quedaba en gran parte de las aulas e ir adaptando todo para volver aquello un lugar decente. Tardarían un poco, pero valdría la pena, o eso esperaban.
—Por cierto, ¿Roland? —Zack preguntó, echando hacia atrás un mechón de su cabello color paja.
—Le ha tocado ser la distracción —Raymond sonrió ampliamente, lanzándose al único mueble que no tenia resortes fuera, Sao lo miró disgustada, era tan fácil ser un niño— no ha de tardar en llegar.
Zaneck suspiró volviendo a sus asuntos: intentar terminar de armar el sistema de seguridad de la base. Dominic se ofreció a ayudarle, cosa que la rubia no dudo en aceptar mientras lo trataba como enfermera que asistía a un doctor en una operación de riesgo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario